Sobre Poesía Completa de Alejandra Pizarnik
“Entre el espanto y la ternura transcurre todo”
Silvio Rodríguez
La cita del cubano fija el punto de fuga, cuya evidencia es tan elocuente como indiscutible: la poesía de Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1933-1972) es un punto de gravitación en la literatura latinoamericana, que acaso abra una tradición en el oficio del escritor. En Poesía Completa (Lumen, 2014), vemos a la poeta orbitar la muerte con afilada ternura. En “Exilio”, el hablante pregunta a quemarropa: “¿Y quién no posee un fuego, una muerte, / un miedo, algo horrible, / aunque fuere con plumas, / aunque fuere con sonrisas?” (p. 79), dice, y el catálogo del espanto se mezcla con la inocencia de un hablante que pregunta con un dejo de esperanza. Porque la hay, es la esperanza gobernada por el Tanathos, la de la muerte rotunda.
Entre la antítesis y el contraste, Pizarnik abre un espectro de motivos, colores y formas, delineando un desplazamiento constante: todo en su poesía es una zona de tránsito, de movimiento o corrosión. “(…) yo me entrego a mi muerte/ con puñados de infancia, / con deseos ebrios/ que no anduvieron bajo el sol” (p. 80), dice y sus palabras hieren el entendimiento de quien las enfrenta.
La transformación paulatina -aunque desatada- de sus versos se deja ver hacia el final, aunque ello no indique un cambio de rumbo en sus temas y motivos. Todo lo contrario, los escritos más largos, aquellos que bordean la prosa sin llegar a cuajar en ella, indican el derrame total de su desborde sobre no sólo aquello que escribe, sino también lo que vive y transita. Por lo mismo, Alejandra Pizarnik se vuelve vital en el conocimiento literario general, siendo una piedra angular en la poesía contemporánea latinoamericana.
