Sobre Curso de Filosofía en Seis Horas y Cuarto, de Witold Gombrowicz
Los modos de decir la verdad, el arte centrado en el ojo del huracán. La Poesía como estado de revelación, como medida de la realidad, acaso estado material de la existencia. ¿Tractatus? Habría que ver, pero es Witold Gombrowicz (1904 – 1969) entregando un Curso de Filosofía en Seis Horas y Cuarto (Cuenco de Plata, 2015) a su pareja y un amigo, accidentes en el curso de la verdad que explora.
La línea divisoria que marca entre al Razón Pura y el diálogo trágico del ser con la existencia, para pasar al advenimiento del Existencialismo y sus diálogos con el Marxismo y hasta Nietzsche, libera una hebra del tejido que la práctica filosófica ha extendido sobre Occidente, planteando vueltas de tuerca que significaron -a falta de mejor expresión- la bajada parriana de la filosofía hasta el barro de los existentes. Prometeo libérrimo, el polaco identifica un espacio y tiempo en que el pensamiento dejó de ser abstracto y paralelo, para ponerse al centro del devenir humano. Por supuesto, decisiones y compromisos de por medio.
Texto inconcluso, pero no incompleto, llega a reflexiones que, si bien no han envejecido de acuerdo con lo que los tiempos exigen -como sus ideas sobre el marxismo y el progreso como producto del desarrollo únicamente técnico y tecnológico-, bien pueden entenderse como una daga en el medio de la herida del contexto en el que fueron hechas. Traducción amable, lenguaje calmo, se puede ver al autor con el mentón en el pecho, mientras la silla se hace más grande a medida que las ideas sobre las que reflexiona muelen su razón. Invita a pensar en uno como punto de partida del mundo, abre la herida y la dejar fluir.
