Puentes:

Sobre Flores, de Mario Bellatin

Todo laberinto representa un mapa. Toda travesía, un puente entre los extremos. Comprendiendo esto, Mario Bellatin (México, 1960) abre el ovillo en Flores (de Obra Reunida 1, Alfaguara, 2013) y crea un recorrido a base de puentes: las flores, el vitral de historias que crea, una historia de origen y la enfermedad.

            El hilo conductor es difuso, acaso no importe, leer el revés de todo es, en suma, lo que sucede en sus páginas. Hay una forma oculta en las flores que encabezan cada relato. Lo triste son las formas, habría dicho antes y, aquí, entre maravilla y misterio (que sólo son externos de un mismo fenómeno)      va poniendo flores como formando un arreglo cuya proporción sólo se puede imaginar hasta la equivocación. Tal vez leer cada flor por separado, verla y palparla, quizá olerla y pensar: ahí está la posibilidad de la historia. Obviedad terrible, el espejo no es sino un prisma.

            También, las historias que van cerrándose hacia el final de la novela dan cuenta de un origen, cuya pista está en el epígrafe inicial. El paralelo entre el escritor y la búsqueda que emprende, el sheik que consulta y las amistades que evade y, sin embargo, padece, hablan de otra novela, una que insinúa la enfermedad como sino: la vida como enfermedad, la enfermedad como epítome de la condición humana, como búsqueda irremediable. Todas las aristas de esta novela siembran un jardín que nunca está completo, pues, no tiene bordes.

            Reiterando el reverso, la novela entrega respuestas para una historia que sólo puede imaginarse, a pesar de la intuición de una lectura a través de las flores: esta es una trama de líneas paralelas, un tejido de bandas cuya lectura debe hacerse, mas nunca trenzarse. Es un libro para sellar preguntas.